Habilidades blandas en la educación y el trabajo: aprender y hacer juntos

30 de May, 2022

Por Paola Batlle, coordinadora del Programa de Acompañamiento e Inserción Laboral Incorpórate de la Universidad Don Bosco.


Cuando los seres humanos ingresan al mundo del trabajo, una gran parte del día se dedica a las responsabilidades adquiridas en la jornada laboral, donde múltiples situaciones, retos y problemáticas se presentan a diario. Si bien, muchas de las situaciones se resuelven con temas técnicos, la mayor parte requiere la puesta en práctica de “habilidades blandas”.

Este concepto no es nuevo, lo que sucede es que ha ido tomando relevancia y evidenciando su importancia. Se le llama habilidades suaves, blandas o “soft skills”, a las capacidades individuales que permiten a una persona desempeñarse de manera efectiva en su entorno; este tipo de habilidades se inclinan al factor emocional, interpersonal y la forma de interactuar con otros.

Las personas que están actualmente en formación profesional y los que ya adquirieron su título, deben tener claro que este tipo de términos en el mercado laboral tienen un gran valor. Reconocer que todo el aspecto técnico de su especialidad, la habilidad dura o hard, no lo es todo; se requiere de un equilibrio entre su capacidad técnica y su competencia de interrelación con otros.

Se escucha decir a los equipos de recursos humanos que un colaborador fue contratado por su habilidad técnica, pero despedido por su carencia de habilidades blandas. Los empleadores requieren en la actualidad sumar personal flexible, resiliente, capaz de adaptarse a los cambios, que sepa resolver problemas y que sea efectivo en su comunicación con los otros, además de tener una gran apertura cognitiva, para estar dispuesto a desaprender para aprender.

El gran reto de la educación superior en la actualidad es incorporar estas demandas laborales a la oferta académica e incluir en los planes de estudio este tipo de habilidades; pero, el resultado de estos diseños curriculares tendrá impacto sólo sí el docente se compromete con la misión de trasladar a través de sus actividades didácticas el fortalecimiento de estas competencias interpersonales.

La Fundación Santillana ha lanzado el set “Habilidades Veintiuno”, una propuesta de la suma de habilidades que en conjunto permiten dar respuesta e intervenir de la forma más apropiada con respecto a problemas y cuestiones que presenta la vida en todos sus ámbitos de actuación, en todos sus escenarios. Este planteamiento de Santillana, incluye una visión e invitación importante para los educadores, donde anima a preparar a los estudiantes para enfrentarse a un mundo cambiante, sobretodo después de vivir la pandemia COVID-19, donde se impulsó cada vez más este tipo de habilidades, porque educar ya no es añadir un poco más de lo mismo año con año.

Son cuatro los escenarios que contempla dicha propuesta: el personal, el comunitario, el académico y el profesional. 

El aspecto personal es clave para poder impulsar las habilidades blandas, porque no hay actividad del ser humano que no implique emociones; se debe iniciar por el autoconocimiento, que sin duda, es una de las fases más desafiantes. Determinar el autoconcepto y aquellos elementos de motivación personal.

En el escenario comunitario se debe impulsar habilidades que permitan que las personas logren convivir con otros , que les atraigan los proyectos de transformación social; por ello, la comunicación asertiva, la empatía, la escucha activa y la capacidad de diálogo son clave; además, lograr consolidar una conciencia social y cultural, así como una responsable ciudadanía digital.

El escenario académico implica fomentar la curiosidad y analítica, que los estudiantes busquen aprender más, que investiguen y gestionen la información; que el aprendizaje vaya más allá de lo que se brinda en una clase o sólo en un libro, la puesta en práctica de ejercicios para impulsar el pensamiento crítico y la reflexión documentada.

Finalmente, el escenario profesional, de esta propuesta, persigue la transformación del futuro especialista en un área. Este debe ser creativo, con capacidad para relacionarse con proyectos multidisciplinarios, donde la co-creación sea primordial; se requiere de profesionales líderes, con iniciativa, que emprenden e innovan.

En suma, las “Habilidades Veintiuno”, se alinean con lo que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO),  en el año 2015, abordó: hay que aprender a ser, saber conocer, aprender a hacer y aprender a vivir juntos. Mientras la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) bajo el contexto del “Futuro de la Educación para el 2030”, agrega la necesidad de sumar al conocimiento todas las habilidades, las actitudes y los valores en los diversos campos de acción.

Una base importante para el desarrollo de las habilidades blandas es la historia familiar y contexto social, de persona a persona, porque ahí es donde se fomenta y se practican los valores en la vida cotidiana; y estos se inculcan desde los primeros años de vida, es decir, que cuando llegan a las instituciones educativas, la persona ya tiene su configuración de cómo ve y hace las cosas, desde su círculo cercano y social, de ahí depende que tanto ha practicado las habilidades blandas.

Ante este contexto, en la Universidad Don Bosco, el modelo educativo bajo enfoque por competencias es una respuesta clara ante la demanda de habilidades para la inserción laboral en la actualidad. El docente debe colocar al centro al estudiante e impulsarlo para dar respuestas innovadoras e implementar soluciones viables y prácticas, permitiendo transformar la realidad de forma significativa; ya no basta sólo propiciar lo teórico, se debe ir al saber hacer y saber hacer junto a otros, eso es lo que buscan los empleadores de hoy.

También, el estudiante se debe animar a la oportunidad de participar en el asociacionismo, voluntariados, el deporte, el arte, la cultura, las prácticas profesionales en un contexto laboral y una diversidad de programas de formación extracurricular, porque son la puerta para desarrollar las habilidades blandas.

Por tanto, si las Instituciones de Educación Superior quieren formar para la vida, se debe incluir acciones prácticas para el desarrollo y gestión de las emociones, desde la práctica docente; propiciar la participación activa en el contexto comunitario; ser flexibles y perspicaces ante los cambios tecnológicos e incentivar el verdadero sentido de ser “buenos cristianos y honrados ciudadanos”.


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