Don Bosco nace en un hogar campesino del Piamonte, Italia, en 1815. Gracias a la intuición de la madre y a su respaldo incondicional, se aventura al sacerdocio, no obstante las graves limitaciones financieras de su familia y la crisis social y económica de su ambiente.
Trabajando y estudiando, recorre su itinerario formativo. El 5 de junio de 1841, a los 26 años de edad, es ordenado sacerdote, y de inmediato, trasladado a la ciudad de Turín que contaba entonces con 130,000 habitantes, al comienzo de una etapa de fuerte y sostenido desarrollo manufacturero, decide entregar por completo su vida a los muchachos más pobres y abandonados, particularmente a los pequeños emigrantes rurales, víctimas, luego, de la desocupación y de la delincuencia.
Por ellos multiplica sus iniciativas, tratando de adecuarse a sus necesidades e instancias fundamentales: visitas a las cárceles, acción pastoral en los sectores marginales de su vida y trabajo; una original creación educativa, el Oratorio, que él concibe como un espacio de educación integral para ellos, a manera de parroquia juvenil, de escuelas y talleres, de lugar de recreación y de acogida. Allí ellos tendrán la “casa” de la que han carecido y una capacitación humana y espiritual que los prepare para insertarse en el mundo del trabajo y en el medio eclesial y social en el que son apenas unos advenedizos.
Más adelante, cuando llegue la etapa de la industrialización de Italia, a partir del 1870, sus tallercitos de artes y de oficios de transformarán en escuelas profesionales, y la formación técnica, intelectual, moral y religiosa de sus educandos adquirirá un nivel superior que permitirá a los que serán luego obreros de las empresas, o gestores de sus propias industrias, competir en el mundo profesional y dialogar sobre sus deberes y derechos de ciudadanos en una sociedad ya de carácter más democrático, una vez superada la fase del absolutismo monárquico que había caracterizado la Europa de los primeros decenios del siglo XIX.
Pero, más allá de los límites de la tierra natal y del Viejo Continente, don Bosco proyecta su acción educativa en América desde 1875, atendiendo a los emigrantes que en sucesivas oleadas se han trasladado a la Argentina, y a los grupos indígenas. La Obra Salesiana llega también al Uruguay en 1876, a Brasil en 1881, a Chile y Ecuador en 1886 y 1888.
Su acción pastoral y educativa ágilmente afronta los problemas de inculturación que le plantean los reductores indígenas, y empieza a producir similares frutos que en Europa. La índole de su pedagogía, portadora de fundamentales valores humanos y de eminente practicidad metodológica y didáctica, adquiere dimensiones insospechadas.
Para la realización de sus proyectos don Bosco asocia en torno a sí, ante todo una fuerza secular de agentes pastorales que llama Salesianos Cooperadores ( 1844-1852;1876); luego, una Congregación Religiosa (1859), compuesta de sacerdotes y laicos, que lleva el nombre de Salesianos, y un Instituto femenino, las hijas de María Auxiliadora (1872), que gracias a la presencia excepcional de la cofundadora, María Mazzarello, también piamontesa, tiene la capacidad de interpretar con intuición y genialidad operativas femeninas, la índole y los dinamismos pedagógicos de su Sistema Preventivo.
Don Bosco muere el 31 de enero de 1888 a los 72 años en Turín. La Iglesia reconoce la santidad de su vida, y lo eleva al honor de los altares el 1 de abril de 1934.
Sus Salesianos, en parte capacitados también por don Bosco a nivel universitario y siguiendo su idea asociativa, no sólo siguen conglutinando estas fuerzas apostólicas en el vasto movimiento llamado Familia Salesiana, sino que comienza una reflexión doctrinal del Sistema Educativo que ya han compartido en la praxis con su padre y su maestro.
Tomado de la obra: Sistema Preventivo de Don Bosco, del Pbro. Fernando Peraza Leal, sdb. Doctor Honoris Causa en Humanidades de la Universidad Don Bosco.