Desarrollo juvenil positivo: una herramienta posible para el quehacer salesiano

01 de Jun, 2022

Por Carlos Iván Orellana, Director del Doctorado y Maestría en Ciencias Sociales, UCA-UDB

Según un manual reciente, el desarrollo juvenil positivo (Positive Youth Develpoment-PYD; Dimitrova & Wiium, 2021), constituye un recurso de comprensión de la juventud y sus condiciones de vida. Ofrece una perspectiva centrada en promover capacidades y cualidades en los y las jóvenes que contribuyan con su crecimiento individual y social. Esta perspectiva ha cobrado auge en las últimas dos décadas y se opone a la concepción de los jóvenes como individuos deficitarios o como sinónimo de problemas para, antes bien, bajo condiciones favorables, realzar sus fortalezas y comprenderlos como una reserva de potencialidades, soluciones y esperanzas.

La evolución de esta perspectiva ha derivado en la identificación de cualidades que propenden al desarrollo positivo juvenil de cara a la adultez. Estas se representan por distintas letras “C” y actualmente se identifican siete. Cada una de las “7 Cs” del modelo de desarrollo positivo juvenil se definen sucintamente en la tabla 1:

Este marco conceptual ha sido desarrollado principalmente desde y en países desarrollados, aunque ya son identificables experiencias de aplicación, reflexiones y esfuerzos de medición en países latinoamericanos, incluyendo El Salvador (Ej.: Tirrell et al., 2019). Precisamente, considerar la evidencia y el contexto de reflexión es fundamental para aceptar o rechazar críticamente un marco conceptual determinado. Es así como, a propósito de esta perspectiva de desarrollo juvenil, cabe destacar tres precauciones generales entreveradas que resultan relevantes a la hora de trabajar con jóvenes (una revisión del handbook y algunos de los comentarios aquí expuestos aparecerán en Orellana & Orellana, en prensa).

En primer lugar, la relevancia del contexto: Un ideal de desarrollo como el modelo de las 7 Cs nunca debe perder de vista que la circunstancia pesa, condiciona y en ocasiones impide el éxito del plan mejor intencionado. En demasiadas ocasiones, el potencial de la juventud se ve comprometido por la circunstancia adversa que le toca vivir. Esta consideración es especialmente relevante hoy, cuando, debido a la pandemia, cabe esperar el empeoramiento de oportunidades de desarrollo y de la exclusión, y mientras tienen lugar medidas punitivas extraordinarias que muy probablemente reforzarán el estigma de peligrosidad que ya pesa sobre ciertos jóvenes o sus lugares de residencia. También se debe anotar que el desarrollo positivo juvenil reconoce la necesidad de procesos formativos sostenidos en el tiempo, cuestión que riñe con una cultura nacional cortoplacista.

En segundo lugar, el peligro de la perfección: Como ya se dijo, el desarrollo juvenil positivo responde a un ideal. En la práctica, su aspiración puede resultar altamente exigente –en ocasiones imposible– al dibujar un joven perfecto, en equilibrio permanente consigo mismo y con su entorno. Si vivir en una realidad cuesta arriba como la de El Salvador no facilita las cosas a nadie, menos lo hace con los y las jóvenes, quienes transitan por etapas de la vida marcadas por el autodescubrimiento, la necesidad de pertenencia, el ensimismamiento, el egocentrismo, la experimentación y la necesidad creciente de independencia. De hecho, se ha propuesto (Orellana & Orellana, en prensa) una C adicional como parte del desarrollo positivo juvenil: Coraje. Porque, situados en contextos inhóspitos, hace falta perseverancia y lucha para salir adelante contra todo pronóstico. 

El peligro de idealizar el potencial del joven se evidencia aún más cuando se considera que algunas de las Cs del modelo, en ciertos extremos, resultan contraproducentes. Existe evidencia que muestra que el cuidado se asocia con problemas de ansiedad. Esto es coherente con la evidencia que muestra efectos perniciosos en jóvenes que se ven obligados a realizar tareas de adultos (Ej.: cuido de otros niños u otros adultos) mientras sugiere el peso del género, pues es ampliamente conocido que las tareas de cuidado recaen mayoritariamente sobre las jóvenes (la evidencia nacional e internacional que ha identificado mayores niveles de afectaciones emocionales en las jóvenes durante la pandemia es abrumadora).

Asimismo, también habría que poner atención sobre, al menos, la C de carácter pues, si bien en abstracto ser coherente con los “estándares morales y conductuales compatibles con la sociedad y la cultura” parece ser un rasgo modélico, en países como El Salvador, este podría implicar, entre otras cosas, aceptar y reproducir el machismo, la ley del más fuerte o la tendencia a transgredir la ley para alcanzar los propios objetivos. El desarrollo positivo de un joven no debe confundirse con un desarrollo autómata pues podría reproducir de forma mecánica las facetas deshumanizantes de la sociedad en que vive.

Finalmente, el acompañamiento de jóvenes debe conllevar un proceso de cuestionamiento y crecimiento permanente de quienes los acompañan: El acompañamiento de jóvenes responde a una dialéctica entre alguien que orienta y alguien que es orientado. Sin embargo, en nuestro medio predominan visiones adultocéntricas y que comprenden a la juventud desde el déficit. Conciben al joven como el único que debe ser instruido o “arreglado”, un sujeto pasivo de procesos de instrucción o supervisión. La perspectiva del desarrollo positivo juvenil, así como señala la relevancia de los “contextos de desarrollo” también obliga a mirar la idoneidad de los “desarrolladores”, de quienes acompañan. En pocas palabras, quien espere que los jóvenes manifiesten competencia, confianza, carácter, cuido, conexión, contribución, creatividad (las 7Cs) y, quizás, coraje, primero debería demostrar con el ejemplo –y ojalá con credenciales académicas también– que encarna con suficiencia tales rasgos ideales.

Una de las características más distintivas del quehacer salesiano es el acompañamiento moral y académico de jóvenes, especialmente aquellos que experimentan carencias y desventaja social. De ahí que conocer el desarrollo juvenil positivo, en tanto que perspectiva académico-científica, con sus fundamentos, posibilidades y precauciones, puede abrir algunas vías para problematizar, enriquecer o fundamentar la siempre desafiante apuesta salesiana por el trabajo con las nuevas generaciones (ver pormenores de la misión de los salesianos en Centroamérica: https://www.salesianoscentroamerica.org/mision).

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