Por Daniel Nuñez, equipo de Comunicación del Filosofado Salesiano
El adviento al ubicarse al final del año civil expresa un tiempo propicio para la reflexión, el discernimiento y la interiorización personal de todas aquellas acciones que hayamos realizado desde el inicio del mismo. Su principio fundamental se halla en la preparación adecuada para la celebración del misterio cristiano del nacimiento de Jesús en la historia humana.
Esta preparación se ve animada por ritos penitenciales que buscan la conversión del corazón del hombre. Por medio de participación en los sacramentos de la Eucaristía y la confesión, el hombre se prepara para recibir al salvador.
Episodios en la vida de Don Bosco evidencian el celo con que él mismo se preparaba para la celebración de las diversas festividades a lo largo del año. La preparación para la navidad la vivía con gran esperanza y piedad.
Desde su niñez, en el seno del Piamonte, recibió la instrucción de su madre, quien no sólo lo instruyó en el amor de familia, el trabajo y la responsabilidad, sino que el mismo Don Bosco dirá que “su mayor preocupación fue la instrucción religiosa de sus hijos” [MO, 22]. Margarita sabía lo importante que es la correcta preparación para la vivencia de los misterios de la fe cristiana. Su santa madre le enseñó a rezar desde pequeño, lo preparó para su primera confesión y sin duda le guio para la vivencia correcta de las principales fiestas cristianas.
Al adquirir estas sagradas instrucciones en el seno de su niñez, junto a su madre y hermanos, las reproduce, posteriormente a su formación sacerdotal, en el oratorio, proponiendo un verdadero ambiente preparativo para todas las fiestas litúrgicas del año.
Las fiestas sagradas como la pascua, cuaresma y navidad fueron tiempos en los que Don Bosco aprovechaba para difundir el encuentro vivo con Jesús a través de los distintos ritos, preparaciones y símbolos. Proponía a sus chicos verdaderas experiencias de fe.
En el oratorio la preparación para la navidad se vivía con gran devoción y esperanza, pues la celebración del nacimiento de Jesús no es un hecho cualquiera. Don Bosco insistía en la preparación del corazón por medio de una conversión continúa a través del encuentro con Jesús en los sacramentos:
“Para hacer la novena con gusto, con agrado de Dios y provecho de quien la práctica, es preciso empezarla en estado de gracia, por lo que sería muy oportuno anteponer la confesión sacramental o, al menos, un acto de contrición, con propósito de confesarse cuanto antes. Será bueno rezar cada día nueve veces el padrenuestro y el avemaría, el gloria patri y el ángel de Dios. Y ello como recuerdo de los nueve meses que la Virgen llevó en su santísimo seno al dulcísimo y amabilísimo Jesús” [MBe VI, Pág. 74]
“…Muchos Santos Padres nos dicen que el Señor hubiera nacido y muerto igualmente, si hubiera habido uno sólo a quien salvar. Por tanto, lo que sufrió por todos, lo hubiera sufrido por cada uno de nosotros. Cada uno puede por consiguiente decir para sí mismo: ¡este Niño nació y murió expresamente por mí; por mí ha sufrido tanto! ¿Qué muestras de gratitud le daré? ¡íEste querido Niño espera algo de nosotros, algún regalo especial! ¿Qué le vais a dar? Os sugiero dos cosas: Una buena confesión y una buena comunión, con la promesa de serle siempre fieles” [MBe VI, Pág. 275].
Para Don Bosco el centro de toda la fe cristiana está en la experiencia de los sacramentos. En el oratorio propone la vivencia de la Eucaristía como un medio de estar a la espera del mesías, como los pastores en Belén visitaron al recién nacido, así en el oratorio con el encuentro en la sagrada eucaristía participan del nacimiento de Jesús:
“Id a visitarle a menudo. Envidiamos a los pastores que fueron al portal de Belén, le vieron recién nacido, le besaron las manitas y le ofrecieron sus dones. Afortunados pastores, decimos nosotros, y, sin embargo, no tenemos nada que envidiar, pues poseemos la misma suerte que ellos. El mismo Jesús, visitado por ellos en su pesebre, está aquí en el Sagrario. La única diferencia es que los pastores lo vieron con los ojos de la cara y nosotros sólo le vemos con la fe. No podemos hacer nada que más le agrade, que ir a visitarle a menudo. ¿Y de qué manera ir a visitarle? Primero con la comunión frecuente. En el Oratorio, especialmente durante esta novena, hubo siempre gran interés y gran fervor por la comunión; yo espero que haréis lo mismo vosotros este año. Otra manera es ir alguna vez a la iglesia durante el día, aun cuando no fuera más que un minuto, y rezar un Gloria Patri. ¿Habéis entendido? Haremos dos cosas para santificar esta novena. ¿Cuáles son? ¿Quién sabe repetirlas? Acordarse a menudo del Niño Jesús, acercarse a Él con la santa comunión y con la visita en la iglesia” [MBe VI, Pág.270].
Don Bosco tomaba los símbolos propios de las celebraciones y proponía vivencias acordes a la vida de los jóvenes del oratorio. Cada joven en la presentación de un misterio sagrado de la fe cristiana se sentía identificado pues Don Bosco les proponía una lectura del misterio de acuerdo a su tiempo. En una ocasión, en diciembre de 1859, cerca de la fundación de la congregación salesiana, Don Bosco expresa a sus chicos del oratorio dos mensajes profundos como preparación a la navidad.
“…Acordaos a menudo del Niño Jesús, del amor que os tiene y de las pruebas que de ello os ha dado muriendo por vosotros. Al levantaros en seguida al toque de campana y sentir el frío, acordaos del Niño Jesús que temblaba de frío sobre unas pajas. A lo largo del día animaos a estudiar bien las lecciones, a hacer bien el trabajo, a estar atentos en clase por amor a Jesús. No olvidéis que Jesús crecía en sabiduría, en edad y en gracia delante de Dios y de los hombres. Y sobre todo guardaos por amor a Jesús de caer en cualquier falta que pueda disgustarle” [MBe VI, Pág.270]
La mayor preocupación de Don Bosco fue la salvación de las almas y como profeta de su tiempo propone la vivencia gozosa del nacimiento de Jesús a sus oratorianos. Hoy esta propuesta sigue vigente y sobre la recta final del 2021 nos llama a contemplar con gozo y alegría al Dios que se hace hombre, el Emmanuel Dios con nosotros:
“En estas fiestas estemos alegres en hora buena; saltad, reíd, pero pensad también en el gran misterio que se está realizando. «íUn Dios que se hace hombre!... Es preciso, no cabe duda, que nuestra alma sea algo muy grande cuando los Cielos y la tierra se conmuevan, y todo un Dios viene a hacerse niño precisamente por mí», debe decir cada uno de nosotros. No nos pese, pues, hacer alguna pequeña mortificación por El...” [MBe X, Pág. 954]