Carlos Montoya: No imagino mi vida sin Don Bosco y los instrumentos de Dios para prolongar su obra en la tierra

26 de Jun, 2022

Dicen por ahí que, quien entra a una casa salesiana, entra para quedarse. Ese es el caso para Carlos Montoya, graduado del Colegio Don Bosco y de la Universidad Don Bosco, en esta última se desempeña como director de la Escuela de Electrónica.

"Estudié en el Colegio Don Bosco desde primer grado, ya mis padres conocían de cerca el Colegio porque mi hermano mayor estudiaba allí. A esa edad las decisiones sobre la educación de los hijos las toman los padres, pero creo que hubo una serie de factores que coincidieron, como la conveniencia en la ubicación y el reconocimiento de la educación y formación salesiana tanto académico como en valores cristianos.

Hay muchos buenos momentos que recuerdo: los apuros para hacer que los proyectos funcionaran para Crea-J, a la orquesta Don Bosco tocando los fabulosos cadillacs y las canciones de Niche en las fiestas, los entrenos con la selección de baloncesto desde mini basket hasta las selecciones juveniles y las canciones de la barra en el Gimnasio Nacional, los recreos y almuerzos comiendo rápido para ir a la cancha de voleibol para jugar, las clases de música en tercer ciclo y mucho más.

Recuerdo una anécdota, para el retiro de último año nos llevaron al Centro Salesiano de Retiro en Ayagualo y hubo una actividad en la noche en la que teníamos que caminar tomando un lazo que estaba amarrado en una vereda de un extremo al otro. Al comenzar el recorrido nos indicaron que por ningún motivo teníamos que soltar el lazo porque era la única manera de orientarnos en medio de la vegetación por la oscuridad de la noche.

Después de un rato de estar caminando y cuando parecía que me encontraba solo aparecieron de repente dos personas con apariencia amenazadora y comenzaron a interrogarme sobre mi presencia en ese lugar a esas horas de la noche, en un principio pensé que había caminado por una propiedad privada y que por eso estaba siendo cuestionado, pero luego comencé a sospechar algo peor, ante la sorpresa y la amenaza me quedé sin palabras y creo que no pude articular ninguna respuesta sensata o al menos inteligible, era el año 2000 y aún disfrutábamos de los efectos de la postguerra, lo que significa que el fenómeno de la violencia no había alcanzado la magnitud que alcanzó en los años posteriores.

Después de unos segundos más de hiperventilación y cuando aún no lograba entender en qué me había metido, los allanadores de mi camino me preguntaron por qué había soltado el lazo, pero les mostré con un gesto ( porque aún no podía hablar de los nervios), que en realidad estaba aún más fuertemente agarrado, quizás por un instinto de supervivencia, aunque no sé cómo agarrar un lazo podría ayudarme en esa situación, o por un firme sentimiento de obediencia más allá de toda lógica, lo cierto es que en ese momento los personajes mal encarados revelaron su verdadera identidad, eran colaboradores del retiro, y me comunicaron la moraleja de toda esa historia: “El lazo representaba a Dios y nunca, por ningún motivo, había que soltarse de Dios.”

Hubo muchas cosas más que aprendí en mi paso por el Colegio: el valor de la amistad, el trabajo y la templanza.

Decidí continuar con las características que me llevaron al Colegio Don Bosco, por ello decidí estudiar en la Universidad Don Bosco, era la mejor opción, el prestigio de la Universidad en cuanto a carreras tecnológicas y de ingeniería, donde estaba la carrera que quería estudiar, en la mejor ubicación y con una cuota conveniente. Estudiando aquí aprendí el valor del buen trato y el esfuerzo, como toda carrera nada es fácil, tuve algunas dificultades que logré superar, especialmente cuando debes trabajar y estudiar a la vez.

Tuve muchas experiencias: las clases de Electrónica I y II, las personas que encontré durante toda la carrera, los compañeros de clases, amigos y docentes que me inspiraron y a quienes continúo admirando ahora como compañeros en la Escuela de Electrónica en la UDB, porque actualmente trabajo como director de esta Escuela.

No imagino mi vida sin Don Bosco y los instrumentos de Dios para prolongar su obra en la tierra, un agradecimiento hasta el cielo al Padre Salvador Cafarelli.

Para cerrar, quiero hacerlo con una frase que resume mi vida en una institución salesiana: “Ella lo ha hecho todo”

 

Carlos Montoya, graduado UDB y del Colegio Don Bosco

 

 

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