Doctorado sí, doctorado no: ¿Por qué no? ¿Para qué sí?

06 de Oct, 2020

Por Milton Ascencio, decano de la Facultad de Ciencias y Humanidades y director del Doctorado en Educación. UDB

En algún momento de la vida uno piensa si vale la pena y el esfuerzo estudiar un doctorado. Sea inmediatamente después de haber obtenido un grado, una maestría o luego de varios años, ideas de querer estudiar algo como un doctorado se cruzan por la mente. Sin embargo, al ver cuantas personas logran graduarse de doctorado, uno se da cuenta de que esos números se distancian grandemente de los que habrán iniciado. Cierto, podrán ser mucha las razones del porqué muchos se van quedando en el camino, pues los programas de doctorado no suelen durar menos de cuatro o cinco años, a veces duran un par de años más.

Entre los motivos que explican por qué se truncan los estudios de doctorado están los familiares y económicos, pero también hay motivaciones equivocadas. Ahora bien, quienes sí lo logran, lo habrán hecho por perseverancia, por desafiarse y sobre todo por tener claridad del para qué lo hacían. En este breve texto se exponen algunas razones del porqué conviene repensar la conveniencia de estudiar un doctorado y algunos argumentos que justifican para qué sí embarcarse en un proyecto de tal naturaleza.

Hay un par de motivos por los que un doctorado se puede convertir en un camino de frustración o insatisfacción y por los que conviene meditar si valdría la pena intentarlo. Por una parte, es probable que el ambiente laboral en el que nos movemos nos haga sentir en desventaja con respecto a otros que se gradúan de un doctorado mientras que nosotros no hemos obtenido más que un título de grado.

Pues bien, decidir estudiar un doctorado para que otros vean que yo también puedo, para que otros me llamen “doctora o doctor” o para que vean que soy más inteligente no serán los mejores argumentos. Debemos reconocer que siempre podrá haber otros más listos que nosotros, por lo que estudiar un doctorado no eliminará esa realidad.

Es más, si por alguna razón hay que parar los estudios, no lograr completarlos como otros colegas sí lo han hecho se puede volver una frustración personal. Por otra parte, si el propósito de obtener un doctorado es mejorar el ingreso económico, quizá lo mejor sea buscar otro empleo o volverse emprendedor. Hay que ser realistas. Un doctorado exige invertir no solo una gran cantidad de tiempo cada semana, sino también una cantidad importante de dinero a lo largo de varios años.

Los libros, artículos y la redacción de ensayos y artículos ocuparán parte del espacio que antes se dedicaba a la familia y del tiempo libre con los amigos los fines de semana, con el agravante y la insatisfacción de que, muy probablemente, el retorno económico no se logre ver en el corto o mediano plazo. Entonces, ¿para qué estudiar un doctorado? Hay al menos dos razones.

Una razón para decidirse por estudiar un doctorado es querer desarrollar habilidades cognitivas y afectivas para mejorar la manera de afrontar y resolver problemas que se encuentran en trabajo y en el día a día.

El fin de estudiar un doctorado no es necesariamente para volverse más inteligente, pero sí para desarrollar habilidades no solo para explorar información, organizar datos, analizarlos o argumentar puntos de vista, sino también para indagar, cuestionar, debatir ideas, ser flexibles, tolerantes ante las opiniones de los demás, así como para desarrollar perseverancia, independencia y autonomía.

Estas habilidades se desarrollan de una u otra manera mientras la persona convive (sonríe, llora, se regocija, se angustia) con su investigación. No solo eso, dichas habilidades son sin duda transferibles a la vida laboral y cotidiana, de manera que las dificultades y problemáticas encontradas podrán ser evaluadas desde diferentes perspectivas para tomar decisiones informadas. De modo que el propósito de mejorar la actuación en los ámbitos profesionales, laborales y personales es un argumento para estudiar un doctorado.

Otra razón para estudiar un doctorado es el deseo de emprender un desafío de larga duración que resulte en algo significativo y de utilidad en el campo académico y de actuación profesional respectivo. Es probable que experiencias personales o de estudios previos hayan despertado el interés por profundizar, comprender y explicar uno o varias situaciones problemáticas.

En un doctorado, la profundización en el tema de interés hará que la persona tenga la capacidad de compartir conocimiento científico y proponer alternativas de solución. En ese sentido, el deseo de contribuir con la comunidad académica a la que pertenece, con conocimiento, diferentes perspectivas sobre problemáticas de la profesión y seguramente con alternativas de solución, es otro argumento fuerte para estudiar un doctorado.

Si aún está leyendo, quizá también se esté preguntando sobre qué le mueve a estudiar un doctorado y si lo expuesto arriba coincide con sus motivos personales. Se debe aclarar que estas opiniones son compartidas, generales, amplias y sin referencia a ningún caso particular.

Toda persona tiene derecho a considerar que sus motivos y argumentos son suficientemente fuertes para iniciar un programa doctoral. No obstante, si esos motivos y argumentos están relacionados con ámbitos profesionales y académicos, eso indicaría que está dentro de lo que se espera de un estudiante de doctorado.



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